Al principio sólo era una nubecita sobre el horizonte, nada amenazador. Pero la nube fue creciendo, y pronto cubrió medio cielo. Eran millones de alas transparentes que zumbaban y se precipitaban sobre cien mil hectáreas del país de Yemen, república del estado de Arabia.
¿Qué era esto? Era una repetición de la antigua plaga bíblica de las langostas, una plaga que no deja nada verde. Desde Yemen la plaga se extendió hasta Chad, Níger y Malí, destruyendo todo en su camino.
Tales plagas comenzaron a hacerse célebres desde que, bajo la dirección de Moisés, invadieron el reino de Egipto. Entre ellas la octava fue la plaga de langostas, las cuales arruinaron todo el país en tres días. Fue entonces que la palabra «plaga» se hizo proverbial. Se le atribuye a cualquier cosa que ominosa e implacablemente destruye todo lo que toca.
¿Habrá plagas que actualmente estén devastando vida y alma en todos los países del mundo? Sí, hay por lo menos diez.
La plaga de la violencia llena de sangre las calles, dejando cuerpos humanos destrozados. La plaga del sexo juvenil antes de tiempo deja un reguero de adolescentes embarazadas. La plaga del adulterio destruye todos los valores humanos.
A la plaga del adulterio la acompaña la plaga del divorcio, que deja deshechos los hogares. La plaga del alcohol ahoga en su líquido engañador al que lo toma. La plaga de las drogas destruye cuerpo y alma, y antecede a la plaga del suicidio juvenil, que apaga tesoros recién llegados a esta vida cuando más se esperaba de ellos. Y la plaga del SIDA mata irremisiblemente y sin recurso.
La plaga de las sectas insólitas y extrañas fanatiza a sus adeptos y les lava el cerebro. Y la plaga de la incredulidad ahoga todo orden moral y espiritual dentro del ser humano y de la sociedad.
Michael Callen, notorio líder homosexual, dijo antes de morir: «Nosotros los homosexuales vivimos revolcándonos en una cloaca infectada microbiológicamente, siempre en aumento.» ¡Terribles palabras éstas que describen el mundo actual!
Jesucristo es la única esperanza para la humanidad. Sólo Él puede traer limpieza, justicia, paz, amor y orden a una sociedad plagada de toda clase de males. Sólo Cristo salva, pero no sólo a uno que otro sino a todo el que se acerca a Él.
¿Qué era esto? Era una repetición de la antigua plaga bíblica de las langostas, una plaga que no deja nada verde. Desde Yemen la plaga se extendió hasta Chad, Níger y Malí, destruyendo todo en su camino.
Tales plagas comenzaron a hacerse célebres desde que, bajo la dirección de Moisés, invadieron el reino de Egipto. Entre ellas la octava fue la plaga de langostas, las cuales arruinaron todo el país en tres días. Fue entonces que la palabra «plaga» se hizo proverbial. Se le atribuye a cualquier cosa que ominosa e implacablemente destruye todo lo que toca.
¿Habrá plagas que actualmente estén devastando vida y alma en todos los países del mundo? Sí, hay por lo menos diez.
La plaga de la violencia llena de sangre las calles, dejando cuerpos humanos destrozados. La plaga del sexo juvenil antes de tiempo deja un reguero de adolescentes embarazadas. La plaga del adulterio destruye todos los valores humanos.
A la plaga del adulterio la acompaña la plaga del divorcio, que deja deshechos los hogares. La plaga del alcohol ahoga en su líquido engañador al que lo toma. La plaga de las drogas destruye cuerpo y alma, y antecede a la plaga del suicidio juvenil, que apaga tesoros recién llegados a esta vida cuando más se esperaba de ellos. Y la plaga del SIDA mata irremisiblemente y sin recurso.
La plaga de las sectas insólitas y extrañas fanatiza a sus adeptos y les lava el cerebro. Y la plaga de la incredulidad ahoga todo orden moral y espiritual dentro del ser humano y de la sociedad.
Michael Callen, notorio líder homosexual, dijo antes de morir: «Nosotros los homosexuales vivimos revolcándonos en una cloaca infectada microbiológicamente, siempre en aumento.» ¡Terribles palabras éstas que describen el mundo actual!
Jesucristo es la única esperanza para la humanidad. Sólo Él puede traer limpieza, justicia, paz, amor y orden a una sociedad plagada de toda clase de males. Sólo Cristo salva, pero no sólo a uno que otro sino a todo el que se acerca a Él.
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